El peso de la ley debe caer con toda su fuerza y rigor sobre una mujer sorprendida en adulterio. Porque, claro, la ley está para cumplirla, repetimos a menudo, sin pensar demasiado para nada en lo que decimos y la ley de Moisés manda apedrear a las prostitutas. No hay escapatoria posible, es evidente: hay que apedrearla, ejecutando la sentencia que la ley dicta. Y no puede haber perdón, pues entonces la ley sería innecesaria.
En esta etapa final de la Cuaresma es muy habitual que en las comunidades parroquiales, se organicen celebraciones penitenciales comunitarias, con confesión y absolución individuales. Y, salvo excepciones, de año en año se nota la disminución de la participación en estas celebraciones. Y lo mismo ocurre el resto del año: cada vez son menos los fieles que piden confesión. Las causas son muchas: separación entre fe y vida, pérdida del sentido del pecado pero hay una que supone un fuerte obstáculo: ‘Decir los pecados al confesor’. Muchos piensan que por qué deben contarle al cura sus pecados, y por eso prescinden de este Sacramento.