SOMOS UNA FAMILIA

«Somos una familia y un auténtico mogollón. Una Iglesia divertida, donde vamos a armar la de Dios». Así reza una de las canciones de Migueli. Un cantautor cristiano. Sin entrar en disquisiciones teológicas y mucho menos en el devenir de la historia de la Iglesia, creo que la mejor definición de Iglesia es la de familia, donde un Padre (con mayúsculas) y una Madre, han cuidado, cuidan y cuidarán de todos y cada uno de nosotros que somos sus hijos.

Una familia, como todas, donde la perfección no existe, a pesar del modelo en el que nos podemos mirar. Pero la grandeza de nuestra imperfección familiar es la posibilidad de reconocer nuestro error (aunque en algunos casos lleguemos tarde), e intentar subsanarlos. No hay como caerse y siempre tener una mano cercana que te ayuda a levantarte. Pero lo intentamos.

Hoy el relato evangélico es la realidad pura y dura de lo que estamos viviendo estos días, con la DANA de Valencia. Sin querer queriendo muchos se han identificado con la viuda del evangelio. Ella ha dado todo lo que tenía y probablemente se ha quedado sin nada. ¡Cuántos voluntarios se han acercado a Valencia a dar todo lo que tienen!.

No se trata de ser mejor que nadie en cuanto a ofertar ayuda. Se trata de ayudar desde el músculo que mueve todo aquello que hacemos y que llamamos corazón. A veces, desde nuestra situación de bienestar, desde lo que no nos ha tocado de cerca, no recuperamos las entrañas del sufrimiento ajeno y por ello damos de lo que nos sobra. ¡Cuántas veces Cáritas ha tenido que decir que basta ya, porque lo que donábamos era inservible!. El propio Jesús nos lo dice en el evangelio: «los demás han dado de lo que les sobra… pero esta pobre mujer ha echado todo lo que tenía para vivir».

La familia, la Iglesia, no tiene por qué salir en la foto. Muchos voluntarios han y se siguen dando desde el anonimato. Sin necesidad de tocar la campanilla que anuncia donde estamos para tener que ayudar. Hoy día de nuestra Iglesia Universal, pero también de nuestra Iglesia particular de Canarias, cuánta gente que colabora, ayuda y participa en la vida de esta gran familia y que no sale ni en la foto ni en los medios de comunicación social. En una familia nos conocemos todos, aunque el trato sea más o menos frecuente.

Me temo que en nuestra familia no nos conocemos todos y ante encuentros regulares, muchos buscamos la excusa de no acudir porque preferimos criticar lo que hacemos que aportar aquello que no queremos hacer: ¿cuántos conocemos a nuestros catequistas que se ocupan de despertarnos en la fe a los grandes y también a los chicos?. ¿cuántos conocemos a los que robándole tiempo a su familia se dedican a los que menos tienen?. Gente de nuestra familia que hace una labor altruista encomiable. ¿Cuántos conocemos a los que nos tienen la Iglesia como un espejo, para que nuestra estancia en ella sea lo más agradable y confortable posible?. Seguro que si no fuera así, las críticas por la suciedad serían grandes, pero no cogeríamos una fregona o un cepillo para ello. ¿Cuántos conocemos a los que hacen que nuestras celebraciones dominicales o diárias sean lo más asequibles posible?.

Es curioso que toda esta familia la tenemos en casa y a muchos no los conocemos. Dar de lo que tenemos y somos no es más que la realización de un compromiso por Jesús y su evangelio.

A veces nos quedamos en lo superficial y qué bueno sería que compartiéramos con aquellos que conocemos menos. Probablemente los mayores de nuestra familia son los que aprenden a valorar aquello que tenemos y somos. Por eso en nuestras reuniones, cursos de formación… siempre – decimos – que solo van los mayores y los más jóvenes, los que a veces no se mojan, son los que los critican.

Valoremos nuestra familia, queramos a nuestra familia, con aciertos y con fallos, es la que tenemos y la que sustenta nuestra fe. Jesús recomienda dar y compartir lo que necesitamos para vivir: bienes, descanso, tiempo, esperanza, ilusión, bondad.. Somos autónomos económicamente. Nos sustentamos con lo que aportamos. Las palabras de Jesús nos invitan a preguntarnos si vivimos de lo que nos sobra o compartir lo fundamental de nuestra vida. Somos, como decía Migueli un auténtico mogollón y vamos a armar la de Dios.

Hasta la próxima. Paco Mira

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