España es un país muy dado a los refranes, o a las palabras y frases que casi vienen hechas. Por ejemplo: Todo el mundo es bueno, mientras no se demuestre lo contrario”. Pero el día a día, nuestra realidad, nos demuestra que no todo el mundo es bueno, que hay personas malas, aunque suene fuerte la palabra. Personas que intencionadamente hacen daño a los demás, a veces incluso, provocando grandes sufrimientos en otros. No hace falta que sean el vecino o el que no conocemos, incluso pueden ser personas muy cercanas a nosotros.
Si seguimos con el ejemplo de la semana pasada, de la agricultura, en la que el sembrador salía a los campos a esparcir la semilla, este fin de semana, volvemos a sembrar, volvemos a los campos de la vida, donde se esparce la semilla y nos encontramos con una contradicción. Si Dios siembra buena semilla, ¿de dónde sale la cizaña? Y, es curioso como el propio Jesús responde: un enemigo lo ha hecho.
Sin duda nos estamos encontrando con el problema del Bien y del Mal, del mal en el mundo, del mal incluso en las personas, ante las que nosotros nos preguntamos: ¿cómo puede ser esta persona tan mala?, ¿cómo puede actuar de esta manera?: violencia de género, contra la inocencia de los niños, contra los ancianos, las situaciones internacionales que estamos viviendo, etc. quizás los medios de comunicación nos ayudan más a ver lo negativo que lo positivo de la vida. Quizás eso venda más. Incluso, hemos facturado a más de uno/a al infierno (pues seguro que se va al infierno, por una circunstancia o por otra). Somos muy rápidos a la hora de ver los defectos en los demás antes que en nosotros.
Menos mal que nuestro Padre Dios no es igual con nosotros. La paciencia de Dios es infinita, por eso no tiene prisa en arrancar la cizaña de raíz, nos deja tiempo para el arrepentimiento, para reconocer los errores, para saber rectificar en el momento en que nos equivocamos. Dios da tiempo al tiempo, porque este – el tiempo – acaba poniendo a cada uno en su sitio. Cuando en el atardecer de la vida nos examinen del amor, sabremos quienes son trigo y quienes son cizaña, mientras convivimos juntos en el mundo y en el interior de cada uno.
Por eso, como dice Pablo en la segunda lectura, el Espíritu acude a nosotros con gemidos inefables, y por ello estamos llamados, cada vez más a la conversión, a reconocer que nos equivocamos, a poder pasar por el tamiz del corazón aquello que no hacemos bien.
Jesús nos invita a seguir sembrando la buena semilla del Evangelio confiando en su propia fuerza, aunque nos parezca que abunda más la cizaña e incluso que ahoga la buena semilla, puesto que el reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas… y también se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.
El que quiera ser seguidor de Jesús debe vencer al mal a fuerza de bien (cfr. Rm 12, 21), para reflejar el estilo de Dios que Jesús nos mostró, porque actuando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos una buena esperanza, porque concedes el arrepentimiento a los pecadores. Jesús nos invita a no erigirnos en segadores sino en sembradores, siempre es más fácil tirar, cortar, señalar, arrinconar… que creer y confiar en el poder de Dios que, con su perdón infinito ofrecido a todos, puede transformar lo que hoy es cizaña en buen trigo.
Hasta la próxima. Paco Mira