Sabemos todos que hay reuniones y reuniones. Aquellas que no queda más remedio que hacerlas (trabajo, por ejemplo); aquellas que son familiares y necesarias. Es decir, sentimos la necesidad de vernos como familia; aquellas en las que nos juntamos solamente en momentos muy puntuales para recordar acontecimientos que nos han pasado y del que fuimos cómplices en un momento dado.
Una experiencia gratificante es encontrarse junto a una o varias personas y comprobar que el trato, la conversación, la amistad… fluyen con naturalidad. En esos casos solemos decir coloquialmente que “hay buen ambiente”, pero lo que se está produciendo, aunque no le demos ese nombre, es que estamos “en comunión” unos con otros: aun siendo diferentes, todos participamos de algo que nos une de un modo más profundo. Y estar en comunión con otros nos hace sentir bien, acogidos y acompañados, y también nos da seguridad y nos fortalece anímicamente. Yo diría que son reuniones de «buen rollo», en las que nos sentimos a gusto, las buscamos y creo que hasta las necesitamos.
Probablemente la solemnidad de este fin de semana (el Corpus), sea posible cualquier cosa, casi menos el «buen rollo». Lo digo porque es la fiesta de las alfombras. Ojo, hay lugares donde las mismas son una verdadera obra de arte. Lugares donde en esas alfombras participan infinidad de gente, incluso sin inquietud religiosa ninguna; es la solemnidad de volver a vestirse de primera comunión, antes de que el traje ya no nos sirva y recordamos lo que hace unos días hemos celebrado cada uno de nosotros; es la solemnidad de procesiones pisando las alfombras que con esmero se hicieron.
La Eucaristía es más que comulgar; es más que adorar: es entrar en “comunión” con el mismo Cristo. Él mismo nos lo ha dicho en el Evangelio: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. La Eucaristía nos hace estar “en comunión” con Cristo y así, con Él, también con el Padre y el Espíritu Santo. En la Eucaristía, la Comunión de Personas que es Dios nos acoge, nos da seguridad y nos fortalece para acompañarnos en nuestra vida cotidiana, porque el que me come vivirá por mí. Estar en comunión, es tener -como dicen los jóvenes de hoy – «buen rollo», y no hay mejor buen rollo que estar en comunión con Cristo por medio de los hermanos.
Y al estar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo porque comemos el Cuerpo y la Sangre de Cristo y Él habita en nosotros y nosotros en Él, nos sentimos también en comunión con quienes participan con nosotros, con la conciencia de formar un solo cuerpo, como decía san Pablo: Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan. Recibir la Eucaristía es una llamada a crear “buen ambiente” en nuestras comunidades parroquiales, en nuestros Equipos de Vida, en nuestras asociaciones y movimientos, en nuestra diócesis. Porque aunque somos diferentes, a todos nos une el mismo Pan y la misma misión evangelizadora.
Una misión que hoy tiene un carácter especial: el Día de Corpus Christi es el Día de Caridad, una jornada en la que Cáritas nos propone el lema: “TÚ TIENES MUCHO QUE VER. SOMOS OPORTUNIDAD. SOMOS ESPERANZA”. Celebrar el Corpus Christi, el Día de Caridad, es sentirnos también en comunión con nuestros hermanos y hermanas que sufren especialmente. En medio de una realidad compleja y dolorosa, estamos llamados a comunicar esperanza desde el amor cristiano, desde la comunión con Dios que da sentido a nuestra misión, para que todas las personas descubran la fuerza del amor, que todo lo cambia y lo transforma.
Ojalá que siempre el «buen rollo» de la vida y de la unión entre los hermanos y la Eucaristía vayan de la mano. Eso significaría que hay una verdadera comunión entre todos.
Hasta la próxima. Paco Mira