Con motivo de este III domingo de Pascua, nuestro amigo Paco Mira nos escribe:
Que la Biblia es un libro religioso, es algo innegable y que todos deberíamos dominar. Y lo deberíamos hacer para evitar situaciones enfarragosas que, otros que entienden menos que nosotros, nos puedan ocasionar. Sobre todo, partiendo de la base sobre preguntas que nos pueden resultar molestas: ¿por qué Dios permite…?, ¿dónde estaba Dios cuando…?, ¿por qué Dios ha mirado para otro lado…? Claro eso es no entender que la Biblia es un libro extrictamente religioso.
Si yo les pregunto dónde queda nuestro Emaús, seguro que el GPS se pondría a funcionar de tal manera que nos llevaría al lugar adecuado. Pero eso es no entender lo que significa nuestra Biblia.
Emaús es un encuentro, no un lugar físico. Ni siquiera un lugar geográfico a dónde habría que ir, es la experiencia de quien se encuentra con lo desconocido, pero que le engancha, le atrae, le invita y acabamos aceptando el reto. Hoy que, por ejemplo, muchos jóvenes crecen en un vacío religioso, porque no han tenido ni tienen quien les llene ese vacío, no han tenido ni tienen ninguna experiencia religiosa y que la única herencia es la confusión, la desconfianza religiosa y sobre todo la indiferencia. Muchos no niegan ni dudan, simplemente no tienen ni idea.
Y esto sucede porque falta un mínimo de experiencia religiosa y porque el mensaje que les llega de la sociedad es que la religión es algo trivial y sin importancia para el ser humano. No es que los jóvenes estén abandonando la fe, sino que en muchos de ellos difícilmente la fe puede brotar. Muchos de ellos, en su casa, lo único que encuentran es la indiferencia y el silencio o que la televisión ve la burla a una religión que ellos consideran ridícula o la crítica a una Iglesia que en muchos casos no entienden, pero que les resulta extraña y anticuada.
Todos estos jóvenes y no tan jóvenes, lo que necesitan no es doctrina, porque no se les puede convencer con palabras de algo que no pueden experimentar. Lo que necesitan es que alguien (¿nosotros?), les enseñe a descubrir a un Dios amigo en lo hondo de su corazón. Lo importante no es imponerles obligaciones religiosas, sino ayudarles a comunicarse con un tal Jesús de Nazaret.
No se puede creer en Dios cuando falta comunicación con él. No se puede seguir a Jesús cuando no hay contacto con él. El relato de Emaús nos invita a leer nuestra Biblia de forma que seamos capaces de que arda nuestro corazón. Después una celebración de fe en la Eucaristía donde seamos capaces de reconocerlo. Aquellos que iban de camino, se extrañan de que el «invitado» en el mismo sea incapaz de saber lo que ha pasado.
Es curioso como los discípulos no olvidan a Jesús: el texto nos dice que conversan y discuten sobre él, recuerdan sus palabras y sus hechos, dejan que aquel desconocido les vaya explicando lo ocurrido. Nosotros necesitamos, en nuestras comunidades, recordar a Jesús, ahondar en su mensaje, que sus palabras nos conmuevan para que nuestro corazón comience a arder y será la señal de que nuestra fe se está despertando.
Ojalá que nosotros vayamos con frecuencia a Emaús, a nuestro Emaús particular. No a ese lugar geográfico, sino a ese encuentro sinodal y de camino con el resucitado. Así y solo así, podremos ser testimonio para todos aquellos que buscan y que no encuentran, pero que nosotros podemos ser la experiencia del resucitado.
FELIZ PASCUA 2023. Paco Mira