Las nuevas tecnologías han avanzado de tal manera, que exigimos que lo que compramos o llevamos sea fiable. Da la impresión, ahora, que lo que nuestros abuelos hacían, compraban, comerciaban…. no era fiable. No hace mucho alguien me decía que desde que estamos tan sofisticados tecnológicamente, las enfermedades han encontrado un buen caldo de cultivo. No tengo claro que esa afirmación sea tan real o veraz. Ahora tenemos que certificar que lo que llevamos es de calidad: desde el pedigrí de un animal, hasta una marca de vino, hasta un producto que no se encuentra en cualquier lugar y encima el precio es desorbitado.
Creo que en las relaciones humanas también nos pasa lo mismo. Antes el “amor era ciego”, ahora cuando intentamos estabilizar una relación acudimos a un abogado (a parte del cura o del que nos ratifique nuestra relación), o a un notario… de tal manera que, a veces, separarse no es tan fácil como decir hasta luego.
Hablando de relaciones de pareja y de lo necesario que es guardarse fidelidad entre ambos, una persona comentaba en una tertulia: “Ah, mientras no me pille…” Para esta persona, lo único que contaba era no ser pillada en una infidelidad; mientras eso no ocurriera, no le suponía ningún problema ser infiel a su pareja. Pero la infidelidad no hay que entenderla sólo en el ámbito de la pareja: hay muchos tipos de infidelidad: en política, en economía, en el trabajo, en la sociedad… Muchos ámbitos en los que no somos fieles a los principios y compromisos que deberían guiar nuestro actuar. De vez en cuando en los medios de comunicación surge alguna noticia porque “pillan” a algún personaje público en una infidelidad, del tipo que sea, y nosotros nos escandalizamos y nos preguntamos cómo han sido capaces de hacerlo.
Creo que es lo que nos pide “la buena noticia “(evangelio) de este fin de semana. La fidelidad como sello de calidad. Vivimos en unos tiempos en los que no nos fiamos de nadie, tenemos que estar unos por encima de los otros, el trabajo es primordial para no engrosar las colas del hambre…. y el ser fiel a los demás, e incluso a uno mismo, se me antoja que no es una tarea nada fácil. Para muchos es preferible prostituirse, antes de enarbolar la bandera de la calidad como persona, como ser humano, e incluso como cristiano.
Por eso hoy Jesús nos hace una llamada a la fidelidad, en sentido amplio: el que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel. La mayor parte de nuestra vida está constituida por hechos cotidianos, poco importantes, pero ahí, en ese “poco”, debemos “entrenarnos” y aprender a ser fieles, a cumplir nuestras obligaciones y compromisos, a no defraudar la confianza depositada en nosotros, para luego poder ser fieles en los grandes momentos y acontecimientos de nuestra vida.
Porque si en ese ”poco” de nuestro día a día nos dejamos llevar por la actitud de “mientras no me pillen”, se cumple lo que Jesús ha advertido: el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Nos acostumbramos a ser repetidamente infieles y esa actitud la continuamos aplicando en circunstancias de mayor importancia, hasta que “nos pillan” y las consecuencias son desastrosas.
Con el Señor no hay que ser piadosos, hay que ser sinceros, y hoy nos invita a reconocer con sinceridad nuestras infidelidades en lo poco, en lo cotidiano. Cómo, cuándo, en qué y con quién aplico la actitud de “mientras no me pille”. Sean del tipo que sean esas infidelidades en lo poco, acaban teniendo consecuencias negativas en lo mucho, en lo más importante de nuestra vida.
Y, junto con este reconocimiento de nuestras infidelidades, también debemos reconocer nuestras fidelidades en lo poco. Cómo, cuándo, en qué y con quién, en nuestra vida cotidiana sí que nos guiamos por los principios, valores y compromisos propios de nuestro ser cristianos. Porque si en lo poco de cada día nos acostumbramos a ser fieles, aunque nadie “nos pille”, también lo seremos en lo mucho.
Hasta la próxima. Paco Mira