Lo he dicho en más de una ocasión, que los misterios no son fáciles de entender y por ello son misterios. Algunos les llaman misterios sin resolver. Y a lo largo del tiempo probablemente la Trinidad fue uno de ellos:¡cómo explicar tres personas en una!. Es curioso como a lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones y conceptos las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad.
Tenía un profesor que cuando nos hablaba de la Trinidad, ponía como ejemplo que “si tenemos un padre que es médico, va al gimnasio y es padre al mismo tiempo, ¿son tres personas que conviven en casa?”. Evidentemente no, sino que la misma persona realiza tres funciones, pero es una sola.
Claro, si nos fijamos en Jesús, él no sigue el camino de los teólogos. Es curioso como un mensaje tan sencillo como el de Jesús, lo hemos enredado a lo largo de la historia que incluso creo que no hemos llegado ni a entenderlo ni mucho menos a comprenderlo. Incluso, con un mensaje tan sencillo, nos hemos peleado, nos hemos dividido, nos hemos enfrentado…. Jesús, desde su propia experiencia de Dios, invita a los que le seguimos a relacionarse de manera confiada con Dios como Padre, a seguir sus pasos de un Hijo que se hizo hombre como nosotros menos en el pecado y sobre todo a dejarnos hacer por Dios, a dejarnos guiar por la fuerza de su Espíritu, en definitiva nos enseña a abrirnos al misterio santo de Dios.
Jesús siempre nos ha invitado a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, de un Dios bueno, de un Dios entrañable al que podemos llamar papá. Lo que caracteriza a este Padre no es la mala uva, ni el poder, ni la fuerza, sino su bondad infinita y su gran comprensión y compasión. Nadie tiene que sentirse solo, porque no está solo. Todos tenemos un Padre Dios que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.
Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido desde su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, un mundo más justo y solidario, es lo que él llama Reino de Dios, a pesar de la cabezonería del ser humano. Nos invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos, empezando, sin duda, por los más pobres y necesitados. Por los que están en las orillas de nuestros caminos y que no escuchamos sus gritos.
Jesús invita a sus seguidores a que confíen en él: No se turbe su corazón. Si creen en Dios, crean también en mí”. El es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre (como diríamos nosotros, “es igualito que su Padre”). Sus palabras y gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos y por eso nos invita a seguirlo. El nos enseñará a vivir con confianza el servicio del proyecto del Padre.
Con su grupo de amigos, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen “cumplir la voluntad del Padre”. Esta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esta familia será la semilla del nuevo mundo querido por el Padre.
Para todo esto se necesita acoger al espíritu que alienta al Padre y a su hijo Jesús: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes y así serán mis testigos”. Este Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores de su gran servicio.
Hasta la próxima. Paco Mira