Parece que hay ciertos lugares en la vida que no queremos tocar: parece que huele mal, que no es lo que nosotros queremos, y que no deberían – según algunos – existir en exceso. En algunos lugares de Europa, las “variedades de la vida”, hacen posible el poder compartirlas con otras que parecen que tienen más chance que las nuestras. Por ejemplo: en algunos lugares de Europa, las facultades de teología comparten espacio con física, derecho, historia o tecnología informática, ¿por qué no?. Es más: en algunos países de Europa hay quien estudia dos carreras, la suya y además teología. ¿por qué no lo podemos ver normal aquí entre nosotros?.
Este fin de semana, se celebra, entre otras cosas, el día del seminario. Ese lugar donde se puede desarrollar la vocación de cada uno; la vocación de servicio, la vocación de entrega. Hoy, parece que el ser cura no es algo al uso, pero ¿por qué no?. ¿Por qué tiene que tener más valor ser ingeniero aeronáutico, o tecnólogo informático que cura?. Pues me niego a creerlo. Felicidades a los aeronáuticos, pero felicidades también a los que quieren ser curas y ponerse al servicio de los demás. Dichosos ellos que tienen clara su postura en la vida. Animo y ojalá que su vocación se contagie a los demás.
Me quiero imaginar una escena que satisfacción, y de paciencia con el hombre de la viña: “no la cortes por el momento”, “déjala un tiempo más”. Dios sigue teniendo paciencia con todos y cada uno de nosotros, sigue apostando por aquello que merece la pena y la vocación de cada uno sigue siendo una viña que hay que cuidar y mimar.
Ojalá que el seminario sea la cuna no de una especie en extinción, sino el semillero de quienes entregan su vida a favor de los demás, porque los demás también necesitan de ellos. Los sacerdotes tienen sentido porque la comunidad los demanda, los quiere y los necesita. Por ello será la comunidad la primera que sienta la necesidad de ellos.
Pero no quiero olvidarme, tampoco de José, el carpintero, el virutas, el padre putativo, el personaje bíblico en silencio, pero significativo en la infancia del propio Jesús. La Biblia no nos habla mucho de él. Da la impresión que en el nacimiento de Jesús no aparecía un padre biológico, en esa escena faltaba algo. Quisiera significar en este personaje, a todos aquellos que dentro de una iglesia y en silencio, contribuyen al buen funcionamiento de una parroquia. En la nuestra, quiero acordarme de Carmelo, o Juan Jesús, en otras, ese sacristán que en silencio es imprescindible y a veces lo valoramos muy poco; y con Carmelo o Juan Jesús a tantos y tantos sacristanes. Con José como bandera, quiero acordarme de los grupos de acogida; de esos grupos callados que hacen que nuestra celebraciones sean más reconfortantes…
¡Cuántos Pepes hay en nuestras comunidades parroquiales y, a veces, no somos capaces de valorarlos en su justa medida. Vaya desde aquí mi respeto y mi admiración para ellos.
También, y para finalizar, quisiera acordarme de los padres. Siempre hablamos y valoramos a las madres, pero creo que los padres tienen su justa medida y cabida en la vida. Mi respeto y admiración a todos los que contribuyen de una manera digna al crecimiento, aunque sea desde el silencio, y fortalecimiento de la vida familiar. Felicidades Papá.
Amigos, valoremos lo que tenemos e intentemos mejorarlo. Valoremos el seminario, valoremos la figura de José el artesano carpintero y con él a todos aquellos que desde el silencio son capaces de contribuir a un crecimiento bullicioso; valoremos a los padres, a los no perfectos, a aquellos que día a día intentan superar las dificultades. Ojalá que al final podamos decir, como Pedro, ¡qué bien se está aquí!
Hasta la próxima. Paco Mira