Reflexión de nuestro amigo Paco Mira en este domingo 27 de junio de 2021.
» Pues ya llevábamos tiempo sin él. Como sabemos todos, el Consejo Pastoral Diocesano es el mayor órgano consultivo que tiene el Obispo en una Diócesis. Es un órgano de apoyo y corresponsabilidad en la función y en la tarea que pastorear que tiene el Obispo. ¡Cuánto lo echábamos en falta!. Y yo lo echaba en falta, porque ahora, más que nunca, se trata de remar todos juntos en la misma dirección, de buscar alternativas a las tempestades de la vida, de salir juntos de las dificultades que la pandemia nos ha ocasionado y que probablemente con el paso del tiempo hasta seguro que le damos las gracias. No gracias por las desgracias, gracias por abrirnos los ojos.
Este fin de semana muchos vamos a tener ilusión y esperanza en que las cosas tienen que seguir funcionando, y las que dejaron de hacerlo si sirven y son buenas, pues hay que reactivarlas. Cruzarnos de brazos no tiene sentido en una sociedad y en un mundo en el que la rapidez es la norma básica de funcionamiento y el que no se apunte a ello no volverá a subir al tren de la vida. La Iglesia tiene que estar en ese tren; la Iglesia Diocesana tiene que tener el impulso necesario para no quedar a remolque de los acontecimientos y como decía el Concilio, dar respuesta a los signos de los tiempos y ¡vaya si ahora hay signos y tiempos!
Se nos pregunta en el Consejo Pastoral Diocesano, ¿qué proyectos y acciones pastorales proponemos?. Me gusta la pregunta, porque la respuesta tiene que ser de todos y para todos, no de uno para los demás. Me gusta la pregunta porque entre todos caminamos juntos, vamos haciendo camino al andar, y ojala que tengamos la valentía – cuando corresponda – de cruzar a la otra orilla para encontrarnos con los que más nos necesitan, sabiendo que para ellos somos el testimonio vivo de un tal Jesús de Nazaret.
El Consejo tiene que ser la expresión viva de la Sinodalidad. El próximo año se celebrará un Sínodo sobre ella. Y esa palabreja que parece tan complicada es la que vamos a realizar en el Consejo: caminar juntos. Es lo que quiere el Papa para su querida, nuestra querida Iglesia; es lo que intuyo que quiere D. José para su querida, nuestra querida Iglesia Diocesana de Canarias.
Ninguno que los que vayamos al consejo entiendo que hablamos en nombre propio. Cuando Pedro se levantaba en medio de la asamblea, decía tened a bien seguro que no hablo en nombre propio; nosotros hemos de hablar en nombre de todas y cada una de nuestras comunidades, de nuestros movimientos, de los secretariados, del pueblo llano y sencillo.
Un pueblo llano y sencillo que en muchos de los casos ve con incertidumbre e incluso con temor el vaciamiento de nuestras comunidades. ¡Qué curioso que el evangelio de este fin de semana, nos habla del acercamiento de los alejados!: un centurión, una mujer con sus problemas y dificultades…. en definitiva los problemas y dificultades de la vida misma.
Pablo, en su carta a la comunidad de Corinto, habla de la generosidad de Jesucristo. Cuando acabe el Consejo, seamos generosos e informemos con entusiasmo y alegría de aquello que queremos para nosotros mismos. Propongamos, pero con los pies en el suelo. No abarquemos aquello que no podamos dar del todo. Vayamos, como algún entrenador de fútbol manifiesta, pasito a pasito, no a largo plazo. ¿Se acuerdan del Sínodo de 1992?. Muchas de sus páginas, llenas de polvo, están esperando con la ilusión de entonces, a llevarse a la práctica. «