Todavía me acuerdo, por los años claro está, cuando uno no se hacía demasiadas preguntas sobre ciertos temas que daba por hechos. Todos teníamos que estudiar porque así era el sistema establecido; todos tenían que ir al cuartel porque nos hacíamos unos hombres y porque había que cumplir con la patria, había que ser educados en la vida, ni una palabra más alta que la otra porque el sistema nos decía que eso en el fondo nos definía. Y oiga, ¡en algunos casos no estaba mal!.
Pero claro, la democracia nos hizo abrir los ojos a infinidad de cosas. Probablemente muchos no quisieran que esos ojos se abrieran porque se rompían infinidad de moldes establecidos y con los que había que cumplir. Otros incluso no sabrían por qué había que cumplir con esos moldes, pero se rompieron….: el cuartel dejó de ser obligatorio, ahora la autoridad familiar hacia el estudio de un hijo, como que queda en ocasiones en entredicho; eso de tener educación como que no es muy aconsejable…. Y en materia religiosa también.
Hace años, la primera salida a la calle que hacía la madre que había dado a luz, era a la Iglesia para bautizar al retoño/a. Incluso si no lo hacía sería la comidilla de todo el barrio, pueblo, familia… e incluso se podría decir que hasta si se bautizaba parece que el chiquillo hasta cambiaba de color. Pero hoy en día todo eso, también ha desaparecido. Parece que hoy incluso quien se borra de los libros de bautismo, es un acto de heroicidad, de consecuencia personal y con la sociedad, de coherencia con conciencias «progresistas», etc…
Pues les voy a decir que: para ver lo que hay que ver, vale más que no se bautice la gente. Titulo esta carta con que el bautismo tiene que ser un reto al compromiso. Al compromiso con mi fe, al compromiso desde mi fe con el ambiente en el que me muevo, al compromiso desde el ambiente en el que me muevo con un testimonio que tiene que ser ejemplarizante con aquellos con los que me rodeo y me rodean.
Hoy creo que no estamos siendo comprometidos con nuestro bautismo. Hoy, a aquellos que en su momento nos echaron agua y que nuestros padres se comprometieron a educarnos en el seno de la fe la Iglesia, no estamos siendo responsables con ese compromiso que ellos adquirieron con nosotros. Nos da vergüenza anunciar que «este es mi Hijo amado, escúchenlo».Hoy, muchos de los que nos hemos bautizado nos conformamos con un testimonio de cumplimiento: mi misita, mis oraciones particulares, mi cumplimiento en alguna actividad parroquial… pero lejos de la denuncia social, del compromiso con los más pobres, ….
¡Me estoy imaginando la cara de Juan, cuando en la cola de “los pecadores, de los que quieren arrepentirse” ve la figura – probablemente nada esbelta – de Jesús de Nazaret, aquel a quien él no era digno de desatarle la correa de las sandalias!. ¡Cuántas sandalias tendríamos que desatar nosotros en el mundo en el que vivimos: cuantas situaciones, cuantos momentos, cuantas soledades, cuantas, cuantas, cuantas…..!
Hoy que tanto se nos habla de la conversión pastoral; hoy que tanto se nos habla de cambiar paradigmas, a raíz de nuestro bautismo, ¿tenemos que cambiar en algo?. No seamos conformistas, no nos quejemos por hacerlo como siempre; que se nos note que nos dice algo un tal JESÚS DE NAZARET
Hasta la próxima. Paco Mira