¿DÓNDE ESTÁ LA PALABRA ?

Casi me retrotrae a mi infancia cuando se leía o veía alguna película cuyo título era «en busca del tesoro». Y es que lo que se pierde o suprime, luego es difícil de recuperar o no se volverá a dar más. Hablar es entendernos, es la cualidad de este «animal racional» que no tienen otros parecidos a su especie. Lo hemos considerado un lujo, hemos rebuscado para que la misma palabra se pueda decir de formas diferentes, es lo que nos ha permitido – a parte del asombro inicial del ser humano por las cosas – avanzar en la humanidad. Y las palabras, de nuevo, tienen su sentido: humanidad, ser humano.

Pero no olvidemos que en la vida real las palabras tienen poder, tanto las habladas como las escritas. Las palabras escritas en unas instrucciones nos permiten montar o hacer funcionar algo; las palabras escritas en una receta de cocina nos permiten comer algo bueno y bien hecho. Y las palabras habladas también tienen poder: una información que nos cuentan, un insulto, algo bonito que nos dicen… hace que reaccionemos de diferentes formas. Y ese poder de las palabras aumenta si quien nos lo dice es alguien importante en nuestra vida.  

Espero que no, pero pienso que estamos perdiendo la palabra. No tanto la palabra que es innata al ser humano, sino la capacidad de comunicación que nos ha hecho únicos, irrepetibles. Hemos luchado, y seguimos haciéndolo, para que la tecnología ayude al ser humano, para que ayude a avanzar… pero la tecnología ya nos supera y lo que es más, no nos da oportunidad de comunicación. Esa imagen tan llevada y traída de la mesa de cuatro de una familia, cada uno con su móvil, y que nadie habla, cada día es más real.

Ya no estrujamos la mente para enviar una felicitación (navideña, de cumpleaños, del día…), aprovechamos la que las redes sociales nos aportan para adjuntar sin necesidad de ser creativos en nuestras relaciones. Curiosamente el otro día fui a una farmacia a buscar un medicamento que el médico me dio por escrito en su receta y la farmaceútica me pregunta, «su médico no utiliza el ordenador». ¡Qué pena!, perdemos y no valoramos lo más esencial: la comunicación real y efectiva en favor de la maquinaria que, seguro, acabará con la identidad de muchos.

A nivel de fe, les puedo asegurar que «para el niño recién nacido no había sitio en la posada», o que «la Palabra vino a los suyos, y los suyos no la recibieron». El Papa ha querido que este tercer domingo sea dedicado a la Palabra y esta con mayúsculas. Dios sigue queriendonos decir algo. Todos los días, pero en especial los domingos, siempre tiene una buena noticia que comunicarnos en un mundo en el que cada vez, las malas noticias campan a sus anchas.

Quiero creer que la profecía se hizo evangelio: Hoy se ha cumplido la Escritura que acabamos de oír. Lo dice el Ungido, el enviado, el que es la Luz, el Camino, La verdad y la Vida. Lo dice el que es evangelio de los pobres. Fijémonos en nuestra asamblea. Podemos decir que somos una familia de hijos en torno a una mesa, de pobres que hemos sido evangelizados, de ciegos que hemos recobrado la vista, de leprosos que hemos sido limpiados, , de oprimidos que hemos sido liberados. ¡En Cristo Jesús, se ha cumplido para nosotros lo que el Señor, por el profeta, había prometido!.

Que nadie se engañe a sí mismo. O somos evangelio para los pobres, o no somos cuerpo de Cristo. O somos evangelio para los esclavos de nuestro tiempo, o no somos cuerpo de Cristo. O somos evangelio para los sin papeles, para los sin derechos, para los excluidos del bienestar, para los hambrientos de justicia, para los hambrientos de pan o no somos cuerpo de Cristo. En el Cuerpo de Cristo no caben los que, en nombre de la propia tranquilidad o seguridad o bienestar, justifican el abandono de los pobres y su muerte.

Comenzaba diciendo, ¿dónde está la palabra?. Pues la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Hasta la próxima. Paco Mira

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