Nuestro pueblo está de fiesta y dice nuestro himno, que el joven Tobías un día esperaba que un hombre bueno le acompañara en el camino de la vida. Bartimeo, también estaba al borde del camino esperando que un hombre/mujer bueno/a le ayudara a salir del infierno de no ver lo que había que ver. Bartimeo es un mendigo ciego al borde del camino. En su vida siempre es de noche. Ha oído hablar de Jesús, pero no conoce su rostro. No puede seguirlo. Está junto al camino por el que pasa Jesús, pero está fuera. ¿No es esta nuestra situación?, ¿cristianos ciegos, sentados junto al camino, incapaces de seguir a Jesús?
Entre nosotros es de noche. Desconocemos a Jesús. Nos falta luz para seguir su camino. Ignoramos, probablemente, hacia donde se encamina la Iglesia. No sabemos siquiera qué futuro queremos para ella. Instalados, a veces, en una religión que no logra en convertirnos en seguidores de Jesús. Vivimos junto al evangelio, pero fuera, ¿qué podemos hacer?.
A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está la solución de su vida: ¡ Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!. Este grito, repetido con fe es lo que le va a desencadenar su curación.
Hoy se oyen en nuestra Iglesia quejas y lamentos, críticas, protestas y mutuas descalificaciones. No se escucha la oración humilde y confiada del ciego, de los que realmente queremos ver. Se nos ha olvidado que solo Jesús puede salvar a esta Iglesia, a nosotros los ciegos que a veces miramos para otro lado. No percibimos su presencia cercana, sólo creemos en nosotros mismos.
Tobías también salió al camino, a los caminos de la vida, a las orillas de los caminos, y encontró a tantos y tantos que como Bartimeo gritan el lamento de quien desesperados intentan que alguien les ayude, porque como también dice nuestro himno, en esta vida hay mil caminos. Caminos que llevan a la perdición de quienes creen encontrar la salvación donde no existe.
Bartimeos de la vida, metidos en el mundo de la droga, de la soledad, de la exclusión social, inquilinos de pateras como salvavidas, víctimas del racismo o de la homofobia, víctimas de un mundo que no han escogido, pero que quizás nosotros les dejamos en herencia. Tobías debe ser el espejo, nosotros hemos de ser el espejo de aquellos que quieren mirarse en nosotros como ejemplo de que en la vida hemos de ser camino para aquellos desorientados del mundo.
Bartimeo, no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le llega a través de sus enviados: ¡ánimo, levántate, que te llama!. Este es el clima que necesitamos crear en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades. Animarnos mutuamente a reaccionar. No seguir instalados en lo de que siempre se ha hecho así. Volver a Jesús que nos está llamando. Verle en los caminos y calles de nuestro pueblo, que camina a nuestro lado.
El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su corazón solo brota una petición: Maestro que recobre la vista. Si sus ojos se abren todo cambiará. Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El salto cualitativo que necesitan nuestras comunidades; si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos su evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto en un mundo más humano, si somos sinodales, si somos capaces del cambio de mentalidad, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la alegría de vivir siguiéndolo de cerca.
Hoy Jesús sigue parándose en los caminos y orillas de nuestra vida, preguntándonos ¿qué quieres que haga?. Ojalá que seamos capaces de captar y escuchar su voz para poder seguirle.
Hasta la próxima. Paco Mira