Colaboración de nuestro amigo Paco Mira con motivo de este VI domingo de pascua.
Nunca los cristianos se han sentido huérfanos. El vacío dejado por la muerte de Jesús ha sido llenado por la presencia viva del Espíritu del Resucitado. Este Espíritu del Señor llena la vida del creyente. El Espíritu de la verdad que vive con nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en la verdad.
Lo que configura la vida de un verdadero creyente no es el ansia de placer ni la lucha por el éxito ni siquiera la obediencia estricta a una ley, sino la búsqueda gozosa de la verdad de Dios bajo el impulso del Espíritu.
El verdadero creyente no cae ni en el legalismo ni en la anarquía, sino que busca con el corazón limpio la verdad. Su vida no está programada por prohibiciones, sino que viene animada e impulsada positivamente por el Espíritu.
Cuando vive esta experiencia del Espíritu, el creyente descubre que ser cristiano no es un peso que oprime y atormenta la conciencia, sino que es dejarse guiar por el amor creador del Espíritu que vive en nosotros y nos hace vivir con una espontaneidad que nace no de nuestro egoísmo, sino del amor. Una espontaneidad en la que uno renuncia a sus intereses egoístas y se confía al gozo del Espíritu. Una espontaneidad que es regeneración, renacimiento y reorientación continua hacia la verdad de Dios.
Esta vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y oración. La verdad de Dios que genera en nosotros un estilo de vida nuevo enfrentado al estilo de vida que surge de la mentira y el egoísmo. Vivirnos en una sociedad donde a la mentira se la llama diplomacia, a la explotación negocio, a la irresponsabilidad tolerancia, a la injusticia orden establecido, a la sensualidad amor, a la arbitrariedad libertad, a la falta de respeto sinceridad.
Difícilmente puede esta sociedad entender o aceptar una vida acuñada por el Espíritu. Pero es este Espíritu el que defiende al creyente y le hace caminar hacia la verdad, liberándose de la mentira social, la farsa y la intolerancia de nuestros egoísmos.
Se ha dicho que el cristiano es un soldado sometido a la ley cristiana. Es más exacto decir que el cristiano es un «artista». Un hombre que bajo el impulso creador y gozoso del Espíritu aprende el arte de vivir con Dios y para Dios.
Hay veces que nos critican por estar sujetos a leyes que ni siquiera entendemos o no queremos entender. NO ESTAMOS sujetos a nadie, sencillamente estamos sujetos al amor de un Dios que se hace carne para estar con nosotros, para caminar con nosotros, para amar con nosotros, para sufrir con nosotros, pero no por masoquismo, sencillamente por amor. Ojalá que el amor sea el motor que mueva toda la vida de las personas.
FELIZ PASCUA. Paco Mira