¿PELIGRO CON LA HOMILÍA?. LA MEJOR LA DE MANOS UNIDAS

Hace poco, el Papa Francisco, recomendaba que una homilía no debería de exceder más de diez minutos. Hay quien está de acuerdo, pero también tiene detractores. Entre los últimos aquellos que sostienen que es la única forma de evangelizar que existe en muchos lugares. Hay homilías para todos los gustos: largas, las que no se entienden (por el lenguaje o porque las lecturas del domingo no se prestan), algunas porque dicen que se hablan de temas que no tienen nada que ver con lo que se celebra; otras porque no aterrizan a la vida de los mortales y parece hablar de lenguaje celestial, al que todos soñamos con llegar algún día. Otros que, si mezclan la política con lo religioso, …. Bueno, bueno, bueno que la homilía da para mucho.

La palabra de Dios, este fin de semana, creo que es una gran homilía del propio Jesús. Me lo estoy imaginando: sentado, a veces de pie, gesticulando, incluso moldeando la voz para darle sentido a lo que hablaba. Si analizamos un poco el evangelio, empieza diciendo que nuestra justicia es mayor que la de los fariseos. Ellos eran fieles cumplidores de la ley, y nosotros, a veces, somos muy fariseos: la ley la cumplimos (eclesialmente a raja tabla). Lo veremos cuando llegue la semana santa: confesiones, con la carne cuidado, iglesias de abarrote,… pero ¿somos capaces de interiorizar la ley, hacerla vida, tener corazón a punto?.

Después, Jesús, continúa con ciertas indicaciones más concretas: no robarás, no matarás, no desearás a la mujer del prójimo, no… claro probablemente todos – enseguida – diremos yo no mato, no robo, no soy infiel… y seguro que es verdad, pero seguro que si pudiéramos mirar nuestro corazón, seguro que parecería el trastero de nuestra casa, lleno de rencores, de egoísmos varios, de infidelidades (no maritales a lo mejor) con los amigos, con los conocidos, con nosotros mismos. Incluso, ¡cuántas veces hemos jurado en falso y que nuestra credibilidad ha quedado a la altura del betún! Pues ya hemos incumplido con la homilía de Jesús para el día de hoy.

Este fin de semana celebramos dos campañas. Una que puede pasar desapercibida. La campaña del enfermo: cuantos amigos, familiares, conocidos, están en el lecho del dolor (o no), pero se sienten solos, sin una mirada, sin una caricia, sin un abrazo, sin un beso, sin un ratito de compañía. Solo al amparo de la fría cama de un hospital o la compañía del enfermo de al lado. Seguro que nuestros enfermos son un reto para nuestra vida evangélica: estuve enfermo y vinieron a visitarme.

Y por otra parte la campaña de Manos Unidas. Leía que cada nueve segundos muere alguien de hambre. En un año dos millones de personas se mueren de hambre en el mundo. Es curioso que hemos pisado la Luna, hemos llegado a Marte y no hemos acabado con el hambre en el mundo. Desperdiciamos y tiramos la comida, mientras otros se matarían por las migajas que nos caen de la mesa.

Y es que frenar la desigualdad, está en nuestras manos. Seguro que el día 14, por celebrarse lo que se celebra comercialmente (nadie sabrá quien fue Valentín) gastaremos aquello que a lo mejor no tenemos, no nos acordaremos de esos nueve segundos en los que muere alguien, pero seguirán engrosando la lista de aquellos a los que no le hacemos caso cuando nos tienden la mano incluso de una manera silenciosa. No gritan, pero sí dirán tuve hambre y me dieron de comer.

Amigos el reto de esta semana está servido: la ley la tenemos que llevar en el corazón; tendremos que limpiarlo de aquello que nos impide ver en el hermano al propio Jesús que nos invita a frenar la desigualdad porque está en nuestras manos siguiendo el ejemplo que él nos ha dejado.

Hasta la próxima. Paco Mira

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