Bienvenidos todos a la celebración de este IV domingo de cuaresma. El Señor nos está esperando para celebrar su fiesta con nosotros, para vestirnos con el traje de su amor y de su perdón. Nosotros somos la familia del Señor. La iglesia se alegra con los hijos fieles y se alegra también con el retorno de los extraviados. La iglesia es un refugio y un hogar para los pecadores. Y ahí estamos todos incluidos, todos.
En la primera la Palabra nos habla del pueblo de Dios que ha dejado la esclavitud de Egipto, el desierto y el maná, y Dios le ha dado la tierra prometida y la celebración de la primera pascua en casa y la comida de la primera cosecha. El pueblo comienza una vida nueva, en una tierra nueva, bajo la mirada del Dios de los padres y de la alianza. Por su parte San Pablo en la segunda lectura nos habla de que somos una nueva creación. En Cristo, somos criaturas nuevas. Esta vida nueva nos exige una nueva responsabilidad, la de vivir siempre en amistad con Dios y ser embajadores de la reconciliación. Y ya para culminar con este regalo inagotable del Señor el Hijo pródigo llega a nuestros hogares para hacernos reflexionar unos días antes de entrar en la semana grande de los cristianos.
Estas son las lecturas de este domingo y el vídeo del evangelio.