Me resulta curioso comprobar, como en los momentos de gran dificultad, todo el mundo tiene soluciones. Las redes sociales echan humo intentando dar respuesta a problemas en los que parece que la solución – según ellos – es lo más sencilla; todo el mundo escribe, con mayor o menor rigor, diciendo lo que tenemos que hacer y sobre todo cómo lo tenemos que hacer. Pero el problema sigue estando, sin solución y seguro que aumentado de forma escandalosa.
No hace mucho llamó a mi casa un operador de telefonía, haciéndome ver que lo que yo tenía instalado no era lo más conveniente. Al contrario si me cambiaba de compañía la lentitud, los megas, la velocidad… iba a aumentar considerablemente. Cuando el hombre aquel, haciendo su trabajo, acabó de ofertarme todo lo que tenía en su agenda, guardé un poco de silencio, y le respondí que todo lo que me estaba ofertando por qué no me lo hizo antes de que dejara de funcionar correctamente. Curiosamente la conversación se cortó sin saber por parte de quien.
Esto viene a cuento, porque estamos en una situación vital en la que abundan los grandes operadores de la vida. Aquellos que nos llaman, nos escriben, nos invitan a apuntarse a soluciones que ni ellos mismos han probado, pero que su empresa les exige que nos la oferten. Operadores que dan la cara por causas en las que ellos muchas veces no están ni seguros que sea cierto, pero…. hay que comer todos los días. La nieve, la pandemia, ha hecho florecer infinidad de falsos predicadores que ofertan lo que ellos mismos no se creen.
Este fin de semana se quitan de en medio a Juan el Bautista. Lo llevan a la fortaleza de Maqueronte y sabemos lo que Herodes Antipas resolvió con él: su cabeza en una bandeja. Y es curioso como el propio Jesús toma el testigo y continúa con la labor que el propio Juan había iniciado. Juan predicaba en el desierto, donde nadie parecía escucharle, y solamente recomendaba conversión.
Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a declarar: ya está aquí Dios, con la fuerza de su justicia, tratando de reinar entre nosotros. Jesús experimenta a Dios como una presencia buena y amistosa que está buscando abrirse camino entre nosotros para humanizar nuestra vida.
Por eso toda la vida de Jesús es una llamada a la esperanza, en un mundo desolado, abatido y triste por la situación de enfermedad y de economía. Hay otra alternativa a los falsos operadores o a los profetas de calamidades. No es verdad que la historia tenga que transcurrir por los caminos de injusticia que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo más justo y más fraterno. No hemos de vivir como si nada estuviera sucediendo.
Jesús nos invita a la conversión, nos pide cambiar la manera de pensar y de actuar. Nos invita a tomar la vida en serio, a despertar de la indiferencia, a movilizar nuestras energías, a creer que es posible humanizar el mundo. Nos invita a creer en la fuerza liberadora del evangelio y a introducir en el mundo la confianza.
El que así actúa se convierte en pescador de hombres, lo único que tenemos que hacer es estar atentos a cuando oigamos nuestro nombre. Ojo con los falsos operadores que por unas monedas te ofrecen lo que no se creen ni ellos.
Hasta la próxima. Paco Mira