TU TAMBIÉN ERES POBRE

No sé si lo dije en alguna ocasión, pero se lo digo ahora: me gusta Bergoglio, es decir, nuestro Papa Francisco. Seguramente podría hacer más y en menos tiempo, pero «las cosas de palacio van despacio». Creo que esas cosas son las que le van dando credibilidad, que hasta ahora los anteriores no es que no la tuvieran, pero muchos la echaban en falta. Sus pasos son cortos, quizás más de lo que él pudiera desear, pero le sirven para no tambalearse y hacerse valer.

Un sentimiento muy común ante los graves problemas de todo tipo que aquejan a la humanidad, es el sentimiento de impotencia y más en los tiempos pandémicos que estamos viviendo. Son tantas las necesidades, los dramas, tantas las cosas que no están bien, que nos vemos incapaces de hacer algo, ni siquiera encontrar un cauce de solución, aún queriendo hacerlo bien. Y aún en el caso de intentar hacer algo, es a costa de mucho esfuerzo personal y material, sin que realmente se perciban mejoras. Se tiene la impresión que todos los esfuerzos se estrellan contra un muro inamovible, y ante ese sentimiento de impotencia, la reacción suele ser centrarse uno en sus propios asuntos y no querer plantearse otros temas, a no ser que nos afecten directamente.

Y en medio de todo ello, el Papa va y convoca, por cuarto año consecutivo, la jornada mundial del pobre. Seguro que el Papa no pensaba que los pobres aumentarían, sino que todo lo contrario. Y es que las malas noticias en los medios de comunicación son tan abundantes, que nos llegan a convencer que el mal reina y campa a sus anchas. Lejos de tal afirmación.

«Tiende la mano al pobre», es el lema de este año. Tender la mano, es poner en practica la parábola de este fin de semana, la de los talentos. Tender la mano no es compadecerse con los pobres sino compartir con el pobre aquello que somos y que tenemos. Cada vez son más, por culpa de la pandemia – eso dicen los que dicen que entienden – las colas del hambre, de la miseria, del olvido…. recuerda a las colas de la postguerra con las cartillas del racionamiento. Y cada vez tenemos que ser más los que tendamos la mano hacia aquellos que realmente lo necesitan.

Poner en práctica la parábola de los talentos no es dar lecciones de nada a nadie. Poner los talentos al servicio de los demás no es cobrar por el desplazamiento y la reparación, es dejar nuestro tiempo en favor de otros, porque seguro que otros lo harán con nosotros. Decía alguien que «yo no puedo hacer nada por Dios, pero por sus hijos necesitados, sí».

Es verdad que somos responsables de poner los talentos al servicio de los demás. No obstante cuando equivocadamente los guardamos por temor a un Dios meticuloso que recoge donde no siembra, es que no hemos conocido al Dios de Jesús que nos comparte sus dones para construir un mundo distinto, un mundo a su manera.

Hemos de dar y de darnos sin temor. Hemos de tender la mano y dejar que nos la tiendan. Hemos de ser humildes a ser receptivos, porque de los pequeños, de las prostitutas, de los pobres, de los necesitados… Dios se hace un hueco en medio de ellos.

Estamos acabando el año. Hagámoslo con la delicadeza de quien siente la satisfacción del deber cumplido, y este deber es tender la mano al pobre.

                                                                                                                  Hasta la próxima. Paco Mira

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