Este mes, en general, pero el viernes pasado, hemos celebrado el Sagrado Corazón de Jesús. Fiesta en muchos lugares y de gran devoción en otros tantos. Hablar de corazón es hablar del centro de operaciones del ser humano. Es poner encima de la mesa los problemas coronarios y de cardiología que podamos tener. Es traer diariamente a la presencia de todos y cada uno de nosotros los sentimientos que marcan nuestro actuar diario y nuestro devenir en la historia. De hecho, sabemos que al »
«. Se supone a lo largo de nuestra vida hemos ido a clase y nos han enseñado a amar, para que al final nos examinen. ¿aprobaremos?, ¿necesitaremos mejorar?, ¿tendremos que ir a clase de refuerzo?, ¿nos dejarán para Septiembre?, uff, cuantas preguntas en poco tiempo. Nuestro corazón es un sístole y diástole, da y recibe, bombea y expulsa… en cada uno de nosotros está el saber lo que tenemos más de qué.
¡Qué bonito es amar!, ¡Qué bonito es cuando, desde el amor, uno se entrega a una causa justa y por los justos!. ¡Qué bonito es manifestar el amor de Dios en los demás, incluso en aquellos que no conocemos, y qué bonito es amar a los que los demás desprecian!.
El evangelio de este fin de semana nos habla de no tener miedo. Creo que somos una generación demasiado temblorosa a la hora de manifestar aquello que creemos que es verdadero y que sobre todo no lo hacemos por el miedo al que dirán y no hay peor cosa que dejarse vencer por el miedo. Miedo a perder prestigio, miedo a nuestra posición social, miedo a no ser reconocidos en el ámbito en el que nos movemos…. el que realmente ama de verdad y no tiene miedo, no quiere que salga publicado en los periódicos.
Con frecuencia vivimos preocupados solo en quedar bien. Nos da miedo hacer el ridículo, confesar nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe en un mundo que lo más probable no sople a nuestro favor. Tememos las críticas, los comentarios y el rechazo de los demás, incluidos los más cercanos. No queremos ser clasificados. Otras veces nos invade el temor al futuro. No vemos claro nuestro porvenir. No tenemos seguridad en nada. Quizás no confiamos en nadie. Nos da miedo enfrentarnos al mañana.
Siempre ha sido tentador para los creyentes buscar en la religión un refugio seguro que nos libere de nuestros miedos, incertidumbres y temores. Pero sería un error ver en la fe el agarradero fácil de los pusilánimes, los cobardes y los asustadizos.
La fe y el amor no crea hombres cobardes, por eso Jesús dice que «lo que les digo de noche, díganlo a pleno día«. La fe y el amor no encierra a los creyentes en sí mismos, sino que nos abre más a la vida problemática y conflictiva de cada día. No lo envuelve en la pereza y la comodidad, sino que los anima para el compromiso.
Eso lo entendieron bien todos los voluntarios y profesionales del covid19 que por amor entregaron su vida en favor de otros anónimos o quizás conocidos, por eso si uno se pone de mi parte, yo lo pondré de mi parte delante de Dios. Lo entiende la madre a diario con su familia, el profesional de la educación, etc… El corazón, nuestra máquina más importante, que no solamente bombea el líquido que nos hace vivir (sístole y diástole), sino que genera nuestros sentimientos más profundos, cuidémoslo, venerémoslo, amémoslo… y seguro que cuando llegue el examen final, no tendremos problemas en superarlo.
Hasta la próxima. Paco Mira